DEPRESIÓN
La depresión se define como un trastorno del estado de ánimo, transitorio o permanente, caracterizado por sentimientos de abatimiento, infelicidad y culpabilidad, además de provocar una incapacidad total o parcial para disfrutar de las cosas y de los acontecimientos de la vida cotidiana. Los trastornos depresivos pueden estar, en mayor o menor grado, acompañados de ansiedad.
Los síntomas que se presentan afectan principalmente a la esfera afectiva: como es la tristeza constante, decaimiento, irritabilidad, sensación de malestar, impotencia, frustración a la vida. Puede disminuir también el rendimiento en el trabajo o limitar la actividad vital habitual, independientemente de que su causa sea conocida o desconocida. La depresión también puede expresarse a través de afecciones de tipo cognitivo, conductual o incluso somático. En la mayor parte de los casos, el diagnóstico es clínico, aunque debe diferenciarse de cuadros de expresión parecida, como los trastornos de ansiedad. La persona aquejada de depresión puede no vivenciar tristeza, sino pérdida de interés e incapacidad para disfrutar las actividades lúdicas habituales, así como una vivencia poco motivadora y más lenta del transcurso del tiempo.
Se pueden presentar síntomas depresivos ante situaciones que conlleven un fuerte estrés, ya sea de tipo laboral, económico o de relaciones interpersonales, que irán remitiendo paulatinamente a partir de que desaparezca el desencadenante del estrés; es lo que se denomina trastorno adaptativo con estado de ánimo deprimido.
Se ha descartar los episodios de tristeza pasajera o frustración, que se consideran como una reacción natural de la persona ante acontecimientos negativos como las situaciones de duelo por la pérdida de un ser querido u otras como divorcios o separaciones; aunque si se prolonga más allá de los seis meses o es tan importante que sea incapacitante puede desembocar en lo que clínicamente se conoce como una depresión mayor. Igualmente hay que descartar las depresiones secundarias, que son aquellas que muestran síntomas depresivos pero que tienen su causa en problemas somáticos o están provocados por ciertos medicamentos.
La depresión puede concurrir con el abuso de alcohol y otras sustancias, así como con algunas enfermedades cerebrales y sistémicas. También es frecuente su asociación con trastornos de la conducta alimentaria, algunos trastornos de la personalidad, y enfermedad física crónica. Por otro lado es un factor de riesgo para algunas patologías físicas como es el caso de las enfermedades cardiovasculares.
La depresión puede tener importantes consecuencias sociales, laborales y personales, desde la incapacidad laboral (ya que se puede presentar un agotamiento que se verá reflejado en la falta de interés hacia uno mismo, o incluso el desgano para la productividad, lo cual no solo afectará a quien está pasando por la depresión, sino también a quienes lo rodean) hasta el suicidio. Otros síntomas por los cuales se puede detectar este trastorno son cambio del aspecto personal, enlentecimiento psicomotriz, tono de voz bajo, constante tristeza, llanto fácil o espontáneo, disminución de la atención, ideas pesimistas, ideas hipocondríacas y alteraciones del sueño.
El origen de la depresión es multifactorial. En su aparición influyen factores biológicos, genéticos y psicosociales. Diversos factores ambientales aumentan el riesgo de padecer depresión, tales como factores de estrés psicosocial, mala alimentación, intolerancias alimentarias, permeabilidad intestinal, inactividad física, obesidad, tabaquismo, atopia, enfermedades periodontales, sueño, y deficiencia de vitamina D.
Entre los factores psicosociales destacan el estrés y ciertos sentimientos negativos (derivados de una decepción sentimental, la contemplación o vivencia de una tragedia, contexto social, aspectos de la personalidad, el haber atravesado una experiencia cercana a la muerte) o una elaboración inadecuada del duelo (por la muerte de un ser querido).
Se trata de un problema muy frecuente, se estima que afecta a 300 millones de habitantes en todo el mundo, siendo, según la OMS, la primera causa de discapacidad mundial. Sólo en España se considera que la incidencia de trastornos depresivos es de un 5-9% de la población, aproximadamente 1,5 millones de personas, aunque al menos el 10-20% han padecido episodios depresivos en alguna etapa de su vida, en muchos casos nunca han sido diagnosticados ni tratados como tal.
Otro problema habitual en estos pacientes es que se calcula que la mitad de ellos abandona el tratamiento antes de los seis meses que recomiendan los expertos, lo que deriva en mayor número de recaídas y un aumento de las posibilidades de que el trastorno se vuelva crónico.